El Poder Sanador del Juego: Por Qué Tu Niño Interior También Merece el Verano
Probablemente al principio no lo llamas desconexión. Simplemente puedes sentirte… apagado. O pesado.
Como si siempre estuvieras “encendido”, siempre en modo supervivencia. Tal vez ya no te ríes tanto. No recuerdas la última vez que bailaste sin necesitar una razón. Planificas tus días hasta cada hora, pero al caer la noche te sientes emocionalmente entumecido. La creatividad se siente un lujo; la espontaneidad, un riesgo. El descanso solo llega cuando te sientes merecedor de él.
Si esto te suena familiar, no estás sola.
Para muchos de nosotros, especialmente quienes crecimos en comunidades negras, latinas, indígenas o inmigrantes, la alegría no fue un derecho que nos alentaron a conservar. Fue racionada, reservada y a veces reprendida. La diversión no encajaba en el molde de la supervivencia. Nos enseñaron a madurar rápido y asumir responsabilidades demasiado pesadas para nuestras manos jóvenes. Así enterramos nuestra luz para mantener la seguridad. Nos volvimos serios. Olvidamos lo que significaba sentirnos libres.
Pero la verdad es que la alegría no es opcional para la sanación, y el juego es medicina sagrada.
¿Por Qué Importa Jugar en el Trabajo de Sanación?
En el corazón de cada viaje profundo de sanación del alma hay una pregunta temblorosa:
¿Qué se necesitaría para sentir seguridad suficiente como para volver a sentir alegría?
¿Qué pasaría si te permitieras ser curioso, tonto o ligero, aunque sea por un momento? ¿Y si la suavidad que anhelas no es una recompensa que obtendrás tras el esfuerzo, sino el camino mismo?
La sanación no solo consiste en procesar el dolor. Se trata de reclamar lo que fue robado. Nuestros ancestros conocían esta verdad íntimamente. Incluso frente a la colonización, la migración, la opresión y el duelo, cantaron. Bailaron. Se reunieron. Jugaron. No eran actos de lujo; eran fuerza vital. Eran resistencia.
La alegría no es solo personal, es ancestral. Reconectarse con ella es un acto radical de recuerdo.
Movimiento, Expresión y el Niño Interior
Cada uno de nosotros lleva un niño interior. Esto no es una metáfora poética. Es una parte real y viviente de nuestro ser que guarda la memoria de lo que significaba ser libre, imaginar, sentirse seguro en nuestra propia magia. Para muchos, esa parte de nosotros se ha silenciado, oculta tras la presión de ser compuestos, productivos o necesarios.
Cuando invitamos al juego sin vergüenza ni rendimiento, enviamos un mensaje sagrado a ese yo más joven:
Ahora estás seguro. No tienes que cargar con tanto. Puedes reír. Puedes bailar. Puedes ser libre.
El movimiento es una de las herramientas más poderosas para recordar. Ya sea bailando, sacudiéndote, estirándote o rodando en el suelo, el movimiento nos abre nuevamente a nosotros mismos. Nuestros cuerpos lo contienen todo: duelo, alegría, miedo, sueños, historias nunca pronunciadas.
Lo que las palabras no pueden soltar, el cuerpo a menudo puede.
Y en muchas de nuestras tradiciones ancestrales, la alegría y la sanación no eran experiencias separadas. Los bailes de la diáspora africana, los círculos de tambor indígenas y los rituales expresivos en América Latina y el Caribe eran válvulas emocionales, reguladores del sistema nervioso y ceremonias sagradas.
Estas prácticas culturales no eran solo celebraciones, eran tecnologías de sanación transmitidas a través de generaciones.
La Ciencia y el Espíritu del Juego
Desde una perspectiva fisiológica, el juego activa el sistema nervioso parasimpático —la parte del cuerpo que invita al descanso, la digestión y la restauración. Ayuda a aliviar la vigilancia constante que muchos de nosotros llevamos, especialmente quienes navegamos traumas racializados, microagresiones e instintos de supervivencia heredados.
Pero el juego es mucho más que ciencia. Es un portal. Suaviza nuestros bordes. Silencia el ruido. Nos acerca a lo divino.
En muchas tradiciones sagradas, la alegría y la expresión se veían como señales de una conexión espiritual profunda. En la práctica yoruba, celebrar nos conecta con los Orishas. En la cosmología taína, el movimiento y la música abren caminos hacia los ancestros. Alrededor del mundo, la alegría nunca fue separada del Espíritu; era la forma de comunicarse con él.
El juego es sagrado. Simplemente nos lo olvidamos. Ahora, lo recordamos.
Desaprendiendo la Vergüenza en Torno a la Alegría
Reclamar el juego implica enfrentar y desenredar la vergüenza que absorbimos al sentir placer. Muchos fuimos condicionados a creer que la sanación debe ser pesada para ser real, que el dolor merece credibilidad, que la seriedad señala profundidad.
Pero ¿y si la sanación también pudiera ser ligera? ¿Y si la risa pudiera surgir junto a nuestras lágrimas?
Nos condicionaron a creer que la alegría es frívola o egoísta, especialmente si venimos de comunidades marcadas por la lucha generacional. Si creciste creyendo que el placer debe ganarse o que la alegría te hace menos comprometido con la justicia, aquí tienes un recordatorio:
Tienes permiso para sentirte bien.
Tu alegría no cancela tu cuidado por el mundo. Lo alimenta.
El placer y el juego no te hacen menos válido como sanador, defensor o ser humano. Te recuerdan que estás vivo. Y estar vivo es lo que nos mantiene en marcha.
Invitaciones Gentiles para el Verano
Que esta temporada sea un punto de inflexión.
El calor del sol, el canto de las niñas jugando afuera, el aroma de flores en el viento: todo ello te llama de vuelta a ti misma.
Aquí algunas maneras de reconectar suavemente con el espíritu del juego:
Recuerda lo que te deleitaba de niño: colorear, saltar la cuerda, trepar árboles, disfrazarte… mira qué puedes traer a tu mundo adulto.
Muévete cada mañana tres minutos: deja que la música te guíe. No hay forma correcta de bailar, solo movimiento que se sienta bien.
Crea con tus manos: toca arcilla, agua, pintura o madera. Permítete sentir las texturas de la alegría.
Crea un altar de alegría: coloca objetos que te recuerden diversión, inocencia y libertad—fotos, colores, plumas, juguetes.
Ríe con alguien de confianza: no conversaciones superficiales, sino risas profundas que rompen la pesadez.
No son tareas ni casillas que marcar. Son invitaciones sagradas. Comienza donde estés. Que sea desordenado. Que sea real.
No necesitas el permiso de nadie. Pero si estabas esperando una señal, aquí la tienes:
Tu alegría importa. Tu risa es medicina. Y el mundo necesita más de tu luz.
Tu Invitación a Sanar
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Ven a jugar, sanar y recordar qué significa sentirte vivo nuevamente.